EL ISLAM, SU LIBRO Y SU PROFETA
Reproduzco a continuación la parte introductoria a la traducción del Sagrado Corán hecha por el Lic. M. Isa García (disponible en https://bit.ly/2ThbyBv). Es un texto que de manera resumida y muy breve, pero completa y clara, expone qué es el Islam, de qué trata su libro sagrado, y quién fue su Profeta.
El Corán y su historia
En la novela futurista Farenheit 451, un grupo de disidentes
se oculta en los bosques para preservar libros. Su misión: mantener en sus
memorias la mayor cantidad de textos posible, pues el gobierno los está
quemando todos y pronto ya no quedará ninguno. Si eso ocurriera en nuestra
realidad actual, solo un libro en todo el mundo tendría su supervivencia e integridad
aseguradas, pues ha sido transmitido oralmente en una cadena ininterrumpida de
memorizadores durante más de 14 siglos, y en la actualidad, decenas de miles de
personas lo saben y lo recitan de memoria a diario por todo el planeta. Ese
libro es el Corán.
Históricamente la poesía árabe ha sido famosa por su
belleza, los árabes siempre han tenido fama de grandes oradores. Sin embargo,
muchos poetas árabes y mucha gente del común, acostumbrados a escuchar a diario
en plazas y calles lo mejor de la poesía y la oratoria del mundo, lloraban
conmocionados por la belleza y la fuerza incomparables del Corán cuando era
recitado. Aún en nuestros días, musulmanes y no musulmanes en todo el mundo,
incluso aquellos que no conocen el idioma árabe, se estremecen al escuchar la
recitación del Corán. Un libro que no vale por la calidad de la tinta o del
papel en que esté impreso ni por la antigüedad de su edición, sino por la
fortaleza y actualidad de su mensaje.
La fuerza del mensaje coránico se ve reflejada en múltiples
cosas: en la forma en que logró que las tribus árabes dejaran de combatir entre
sí y se unieran en el primer Estado en la historia de Arabia, y cómo convirtió
a ese Estado en la civilización más avanzada e importante del mundo en menos de
un siglo; en la forma en que animó el desarrollo de las ciencias y la
tecnología, en una época en que toda Europa vivía sumida en el oscurantismo; en
el impacto profundo que tuvo en la vida de personalidades como Goethe, Malcolm
X, Cat Stevens, y el padre de la patria andaluza, Blas Infante. En la forma en
que un puñado de comerciantes honestos convirtió a Indonesia en el país con
mayor cantidad de musulmanes hoy día, mostrando con su ejemplo las bondades de
vivir de acuerdo a las enseñanzas del Corán.
Durante la Edad Media, cuando los ejércitos en todo el mundo
tenían por norma saquear las ciudades que tomaban y asesinar a su población sin
distinguir entre hombres, mujeres, niños y ancianos, ocurrieron tres
acontecimientos históricos que son contundentes para mostrarnos el poder del
Corán. El Profeta Mujámmad, Saladino y el sultán Mehmed II, conquistaron
respectivamente La Meca (630 d.C.), Jerusalén (1187 d.C.) y Constantinopla
(1453 d.C.), y cuando entraron a reclamar la victoria no saquearon las
ciudades, y fueron incluso más allá, respetando la vida y propiedades de sus
habitantes de diferentes credos. Todo esto siglos antes de que la convención de
Viena escribiera el Derecho Internacional Humanitario.
También encontramos en el Corán información científica
sorprendentemente exacta, que ha venido siendo corroborada por la ciencia
moderna y que ha inspirado a científicos importantes a incluir versículos
coránicos en sus conferencias. Entre ellos se cuentan el Dr. Persaud, ganador
del premio J.C.B. Grant, otorgado por la Asociación Canadiense de Anatomistas;
el Dr. Marshall Johnson, expresidente de la Asociación Teratológica de Estados
Unidos; el Dr. Keith Moore, expresidente de la Asociación Americana de
Anatomistas Clínicos; el Dr. Tejatat Tejasen, exdecano de la facultad de
Medicina de la Universidad Chiang Mai en Tailandia; el Profesor Yashudi Kusan,
exdirector del Observatorio Astronómico de Tokio en Japón; y el famoso cirujano
francés Dr. Maurice Bucaille, autor del libro La Biblia, el Corán y la Ciencia,
donde concluye que solo Dios pudo revelar el Corán.
El Corán incluye una amplia gama y diversidad de temas:
historias de los profetas y de los pueblos de la antigüedad, lecciones morales,
normas para llevar una vida sana, tranquila y honesta; leyes para construir una
sociedad equitativa que asegure a todos sus miembros dignidad, seguridad y
justicia; profecías, de las cuales algunas ya se han cumplido; datos
científicos desconocidos por el ser humano hasta el siglo XX; una teología
clara y sencilla, pero a la vez profunda y completa; descripciones de la vida
en el más allá, palabras de consuelo para los creyentes, respuestas directas a
las preguntas básicas que siempre han intrigado a la humanidad. Todo ello con
una belleza poética y narrativa inigualable, tanto que en sus propias páginas
el Corán reta a los seres humanos a crear un texto que pueda igualarlo.
Incluso el Quijote, considerado la mejor obra literaria
jamás escrita, y las obras de Shakespeare, han sufrido plagio. Estos y muchos
otros ejemplos comprueban que por muy grande que pueda ser un escritor, siempre
es posible imitar su estilo, su obra, y confundir incluso a lectores expertos.
Pero aunque muchas veces se ha intentado plagiar, imitar o incluso modificar el
Corán, ha sido imposible.
La revelación de este libro sinigual comenzó con un evento
perturbador. Mientras se encontraba solo en una cueva donde solía alejarse del
mundo para rezar y reflexionar, el profeta Mujámmad, que la paz y las
bendiciones de Dios sean con él, sintió el abrazo asfixiante de un ser
brillante que lo tomó por sorpresa. Sin posibilidad de escape y sintiéndose
cerca de la muerte, escuchó a este ser darle una orden: “¡Lee, en el nombre de
tu Señor!”
Ese fue el primer versículo coránico en ser revelado, que
corresponde al capítulo 96, versículo 1. En un principio, temiendo ser tomado
por loco, no habló de lo ocurrido más que con su esposa Jadiya, que lo escuchó
con paciencia mientras él temblaba de miedo entre sus brazos. Ella fue la
primera en reconocer que se trataba de un mensaje de Dios, y fue la primera
persona que creyó en la profecía de Mujámmad, incluso antes que el propio
Mensajero.
El ser que había atemorizado al Profeta no era otro que el
ángel Gabriel, el mismo que le había anunciado a María que sería la madre
virgen de un profeta creado por Dios en su vientre: Jesús. La historia de Jesús
y su madre también sería revelada como parte del Corán, en el capítulo 19,
titulado “María”.
El ángel volvió a presentarse ante Mujámmad muchas veces
para transmitirle el mensaje divino. El Corán fue revelado de manera paulatina
durante los siguientes 23 años, tiempo en que los seguidores del Profeta
llegaron a ser más de cien mil. Gradualmente, la comunidad de musulmanes no
solo creció en número, sino que fue tomando forma de nación y de Estado, hasta
convertirse en la civilización más influyente de la Tierra.
Menos de un siglo después de la muerte del Profeta, el
mensaje coránico había llegado a todo Oriente Medio, el norte de África, Asia
central hasta China e India, y la Península Ibérica. Hoy día, el Corán es el
Libro Sagrado de más de 1.300 millones de musulmanes, que lo recitan durante
sus cinco oraciones diarias en todo el mundo.
Si bien el Corán fue revelado en árabe y la nación islámica
se formó originalmente en Arabia, actualmente los musulmanes árabes son menos
del 20% de todos los musulmanes del mundo. Datos recientes han revelado que
existen más musulmanes en Alemania que en el Líbano, y más en Rusia que en
Jordania y Libia juntas, superando los 6 millones en Francia. Desde la década
de 1970, el Islam se ha mantenido como la religión de mayor crecimiento en el
mundo, y el Vaticano ha reconocido que desde 2006 el Islam tradicional
(Sunismo) se ha convertido en la denominación religiosa con mayor número de
fieles en el planeta, dejando al Catolicismo Romano en segundo lugar. En
América Latina y el Caribe el Islam crece a diario, especialmente entre la
población femenina, y es también la religión de más rápido crecimiento entre la
comunidad latina de Estados Unidos.
Por todo el globo, en cada comunidad islámica hay musulmanes
que han aprendido de memoria fragmentos del Corán en árabe, y en muchas de
ellas hay al menos un musulmán que lo ha memorizado por completo,
convirtiéndolo en el libro más leído y memorizado en la historia. También han
aparecido a lo largo de la historia, traducciones de su mensaje a más de 100
lenguas.
Recopilación y preservación del Corán
A medida que el Profeta Mujámmad, que la paz y las
bendiciones de Dios sean con él, iba recibiendo la revelación divina, sus
escribas la iban poniendo por escrito en diferentes materiales: cuero, cortezas
de árboles, huesos… Al mismo tiempo, el Profeta recitaba a sus seguidores cada
nueva parte revelada, recitaba diferentes fragmentos del Corán todos los días
durante las oraciones, y todos los años durante el mes de Ramadán recitaba en
público lo que le había sido revelado hasta ese momento. Muchos de quienes lo
escuchaban, escribían partes del Corán, y muchos otros lo memorizaban.
Cuando él murió, existían muchos fragmentos escritos del
Corán, también había docenas de musulmanes que lo sabían de memoria. Uno de
ellos era Zaid ibn Zabit, quien fue escriba del Profeta. Por órdenes de Abu
Bakr, primer califa de la nación islámica, Zaid encabezó un comité que se
encargó de reunir todos los fragmentos existentes del Corán, corroborarlos con
los memorizadores más prominentes, y poner el texto por escrito en forma de
libro. Este primer manuscrito fue terminado y aprobado por los compañeros del
Profeta unos dos años después de su muerte.
Aproximadamente diez años después de esta compilación, el
tercer califa, Uzmán, convocó al mismo Zaid a formar parte de otro grupo de
compañeros del Profeta y memorizadores del Corán, quienes tomaron este
manuscrito e hicieron varias copias del mismo, que fueron distribuidas por todo
el vasto territorio islámico. Algunas de esas copias se conservan aún en el
museo de Tashkent en Uzbekistán, en el museo de Topkapi en Turquía, y dos en
Egipto, en la mezquita Al Husein y en la Biblioteca Nacional. Otra fue
conservada en Siria hasta 1892 cuando un incendio la destruyó, pero para
entonces ya se habían hecho copias de la misma.
Diferentes personas y organizaciones han comparado, a lo
largo del tiempo, estas copias con manuscritos antiguos de diferentes épocas y
ediciones recientes del Corán, comprobando una y otra vez que el texto coránico
que hoy se recita a diario en las mezquitas de todo el mundo, es exactamente el
mismo que el Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, enseñó
a sus compañeros, que Dios esté complacido con ellos.
El Corán no solo ha sido preservado intacto en su forma
escrita, sino que siempre han existido memorizadores que lo han transmitido de
forma oral, enseñando no solo su contenido sino las formas correctas de
recitarlo. Además, también se ha registrado y preservado la vida del Profeta
Mujámmad, quien siempre vivió en estricto cumplimiento del texto coránico.
Cuando comparamos las copias escritas del Corán con las recitaciones
trasmitidas de generación en generación, y con las tradiciones del Profeta, que
la paz y las bendiciones de Dios sean con él, encontramos una coherencia y
unidad que nos comprueban, sin lugar a dudas, que el Corán no ha sufrido
alteración alguna.
El Islam y sus pilares
“Lee”. Con esa orden directa, se inició una nueva etapa en
la vida de toda la humanidad. En una cueva oscura, en el interior de una
montaña en medio del desierto, la voz del ángel Gabriel retumbó repitiendo las
palabras de Dios: “Lee, en el nombre de tu Señor”. Nadie podría haber
sospechado que en ese instante cambiaba el curso de la historia del hombre.
Pero ese no fue el inicio del Islam. El Islam comenzó con la
creación del universo. Como concepto, Islam significa someterse a la voluntad
de Dios. Es lo que han enseñado todos los profetas, de Noé a Abraham, de Moisés
a Jesús. El mensaje del Islam ha sido el mismo desde el inicio del tiempo, y
permanecerá inalterado hasta su final: solo existe un Dios, Uno y Único, y solo
a Él debemos alabar y pedir ayuda, pues toda fuerza proviene de Él y nada
ocurre en el universo sino por Su voluntad.
Con la revelación del Corán se recuperó el mensaje y el
espíritu originales de las revelaciones anteriores (la Tora, los Salmos y el
Evangelio), y la religión eterna de Dios recibió el nombre de Islam. Desde
entonces, Dios nos anuncia que Mujámmad es Su último enviado, Sello de la
Profecía, y que el Corán es Su última revelación, que Él mismo mantendrá
preservada hasta el Día del Juicio.
El Islam no es, en sentido estricto, una religión; más bien
es una forma de vida. Como toda religión, establece la moral y la creencia, y
regula en buena parte el comportamiento y modales de las personas que la
siguen. Pero a diferencia de las demás religiones, el Islam establece también
un sistema político y de gobierno, un sistema financiero y económico, un
sistema social, una filosofía de vida, unas políticas de preservación
medioambiental, todo enmarcado en principios universales de respeto a la vida,
la dignidad y la propiedad de las personas, de cooperación, solidaridad y
justicia entre los hombres y entre las naciones, de trato amable hacia todas
las personas (incluyendo los enemigos) y los animales, y de obediencia estricta
a las leyes de Dios.
La primera palabra de la revelación del Corán enmarca el
espíritu islámico de amor por el conocimiento. El Islam enseña que la fe no
puede ser ciega, sino que tiene que nacer y fortalecerse con el conocimiento.
No hay mayor enemigo de los pueblos, ni mayor amigo de los tiranos y los
opresores, que la ignorancia. Y nadie está en mayor peligro de caer en
fanatismos y extremismos que quien cree algo a ojos cerrados, incluso en contra
de su propia lógica.
“Lee”. Conoce tu religión y practícala, conoce tus derechos
y exígelos, conoce tus obligaciones y cúmplelas; aprende qué es lo bueno, hazlo
y promuévelo; aprende qué es lo malo, condénalo y aléjate de ello. Tal es la
importancia de esta orden, que cuando el Profeta Mujámmad se vio obligado a
combatir para defender a su comunidad y tuvo que afrontar el asunto de los
prisioneros de guerra, en un acto sin precedentes en la historia, ordenó a sus
hombres que liberaran a todo aquel que enseñara a leer y escribir a cinco
musulmanes.
El conocimiento, además, nos une. Los musulmanes tenemos un
objetivo en común: servir a Dios. Nos alejamos de las mismas cosas: de aquello
que Dios ha prohibido. Buscamos realizar a diario las mismas cosas: aquello que
agrada a Dios. Bebemos de la misma fuente del conocimiento: el Corán y las
tradiciones auténticas del Profeta Mujámmad, que la paz y las bendiciones de
Dios sean con él. Cuando un musulmán se orienta hacia La Meca y comienza a
recitar en árabe el primer capítulo del Corán mientras realiza su oración,
puede estar seguro de que en ese mismo instante, en diferentes lugares del
mundo, otros musulmanes están orientados hacia el mismo lugar, pronunciando
exactamente las mismas palabras, mientras rezan de la misma forma que él.
Al crearnos, Dios nos dio alma así como cuerpo. Por ello, el
Islam descansa sobre seis pilares de la fe, que deben estar presentes en el
alma y el corazón del musulmán, y sobre cinco pilares prácticos de adoración a
Dios y servicio al prójimo, que el musulmán debe cumplir con su cuerpo y su
mente. Sin los primeros, la adoración se convierte en una serie de rituales
vacíos, carentes de sentido, meros ejercicios físicos. Y sin los segundos, la
fe se convierte en palabras huecas, pues no se manifiesta externamente y, por
tanto, es incapaz de transformar la vida y la sociedad del creyente.
Los seis pilares de la fe son:
Creer en Dios, glorificado y alabado sea, Creador de todo
cuanto existe, indivisible, Quien no tiene copartícipes ni asociados, es Dueño
y Señor de la creación y no comparte Su Señorío; no ha engendrado ni ha sido
engendrado, no necesita de nada ni de nadie y todos necesitamos de Él; no hay
nada ni nadie que Se le asemeje, todo proviene de Él, y por lo tanto solo Él
merece ser adorado.
Creer en los ángeles, criaturas de luz creadas por Dios para
servirlo, que la paz sea con todos ellos. No tienen libre albedrío, por lo que
les es imposible rebelarse contra Él.
Creer en los libros revelados. Dios ha revelado a los seres
humanos Su mensaje y Sus leyes muchas veces en la historia. Entre los libros
que Dios ha revelado están la Tora, los Salmos, el Evangelio, y muchos otros
que no conocemos. Sin embargo, todos estos libros han sido modificados,
alterados y tergiversados con el paso del tiempo, por lo que solo el último de
ellos, el Corán, es la palabra de Dios, pues es el único que se conserva
inalterado.
Creer en los profetas. En todos los tiempos, Dios ha enviado
profetas y mensajeros a todos los pueblos, y todos ellos proclamaron el mismo
mensaje de unicidad del Creador. Desconocemos a la mayoría de ellos, pero
sabemos que el último de los profetas, Mujámmad, siguió el mismo camino trazado
por todos, incluyendo a Moisés y a Jesús, por lo que seguir a Mujámmad es
seguir a sus antecesores.
Creer en el Día del Juicio. Esta vida es pasajera, estamos
aquí para adorar y servir a Dios, y todos moriremos. Pero un día, seremos
resucitados y tendremos que rendir cuentas ante Dios de todas nuestras obras.
Ese día cada quien recibirá lo que merece, nadie será tratado con injusticia, y
unos entrarán al Infierno, mientras otros entrarán al Paraíso.
Creer que todo proviene de Dios, lo agradable y lo
desagradable. Nada ocurre sino con el permiso de Él, y ni un átomo del universo
se mueve sino por Su voluntad. Él nos ha concedido el libre albedrío, pero en
su infinito conocimiento lo sabe todo antes de que suceda. Él es Quien
determina nuestro destino, y por ello, nadie puede beneficiarnos ni
perjudicarnos más allá de lo que Él decreta para cada uno de nosotros.
Los cinco pilares prácticos de adoración son:
La declaración de fe: Una persona ingresa al Islam al decir
de forma libre y consciente lo siguiente: “Atestiguo que no existe divinidad
salvo Dios, y atestiguo que Mujámmad es Su siervo y Mensajero”. Esta profesión
de fe es repetida por los musulmanes a diario en sus oraciones y otras
actividades. Decir esto implica abandonar cualquier acto de culto a santos,
ídolos, ancestros, líderes o criaturas, y adorar solo a Dios Todopoderoso.
Implica también que aceptamos a Mujámmad como Mensajero de Dios, como nuestro
guía, y al aceptarlo a él se aceptan todos los profetas y mensajeros
anteriores.
La oración: Es obligación realizar cinco oraciones diarias
(al alba, a mediodía, a media tarde, al ocaso y en la noche). La oración debe
realizarse siguiendo unos pasos rituales específicos y tras una purificación
ritual. El creyente puede, además, realizar oraciones voluntarias durante el
día o la noche. La oración puede realizarse en solitario o en comunidad, en la
mezquita o en cualquier lugar limpio que no sea utilizado como lugar de
adoración a deidades falsas.
El zaká o azaque: El pudiente está obligado a entregar un 2.5 % de
su ahorro anual para obras de caridad. El zaká garantiza la redistribución de
la riqueza, una preocupación reciente en el mundo occidental, pero que está
contemplada desde hace más de 1.400 años en el Islam. Adicional al zaká, el
Islam anima a los creyentes a brindar caridad a diario. La caridad no se
entiende solo como un asunto monetario. Siempre que el musulmán ayuda a otra
persona, busca su bienestar incluso con una sonrisa, está haciendo caridad. El
trabajo en pos del bienestar colectivo, como retirar obstáculos de un camino o
poner anuncios de peligro para evitar accidentes, también se considera una
forma de caridad.
El ayuno: Es obligación ayunar durante todo el mes de
Ramadán cada año (el noveno mes del calendario lunar islámico). El ayuno se
realiza cada día desde el alba hasta el ocaso, pudiéndose comer y beber durante
la noche. El ayuno purifica el cuerpo, fortalece la voluntad y ayuda al
creyente a concientizarlo por experiencia propia sobre lo que sienten a diario
los más necesitados. Ayunar y romper el ayuno en comunidad, compartiendo el
hambre durante el día y la comida durante la noche, estrecha y fortalece los
lazos sociales y familiares. También se pueden realizar ayunos voluntarios en
otras épocas del año.
La peregrinación a La Meca: Todo musulmán y toda musulmana
que esté en capacidad física, mental y económica de realizar la peregrinación,
debe hacerla al menos una vez en su vida. Esta es la mayor peregrinación
religiosa del mundo, cerca de tres millones de personas se reúnen en la
Mezquita Sagrada de La Meca cada año y hacen la oración al unísono como parte
de los rituales de la peregrinación.
“Lee”. No existen intermediarios entre el creyente y su
Creador, por eso no hay clero en el Islam. El conocimiento está a disposición
de quien lo busca, y es obligación de todo musulmán, hombre o mujer, buscarlo
durante toda su vida. Pero no olvides lo esencial: “¡Lee, en el nombre de tu
Señor!” No busques el conocimiento para tu gloria personal. Sé humilde y busca
el conocimiento para agradar a Dios y trabajar por Su causa. Esa es la esencia
de seguir el Islam, de ser musulmán.
El Profeta Mujámmad
“Lee”. La orden que cambió el curso de la historia fue dada
por Dios, a través del ángel Gabriel, a un analfabeto. “No sé leer”, respondió
aterrado Mujámmad, inocente del destino para el que había sido preparado toda
su vida. “¡Lee, en el nombre de tu Señor, Quien ha creado todas las cosas!”, le
replicó el ángel.
A sus 40 años de edad, el Profeta Mujámmad era muy conocido
en su ciudad, La Meca. Todos sabían que era un comerciante exitoso y honrado,
dirigente de caravanas, esposo de una rica empresaria mayor que él, y le tenían
un profundo respeto. Lo apodaban “El Confiable” y era famoso por su honestidad
y su habilidad para la mediación de conflictos. Su palabra valía más que
cualquier contrato. Pero había una virtud que no poseía: a su edad, resultaba evidente
para todos que Mujámmad no era un gran orador ni un poeta. Y sin embargo, un
día, por un milagro que en un comienzo muy pocos aceptaron, Mujámmad superó a
todos los grandes oradores y poetas, e hizo temblar la estructura social de La
Meca desde sus cimientos, con una recitación tan excelsa, hermosa y magnífica,
como revolucionaria y radical.
Los hombres no son más valiosos que las mujeres ni lo
contrario. Los árabes no son mejores que los no árabes ni lo contrario. Los
blancos no están por encima de los negros ni lo contrario. Los ricos tienen la
obligación de ayudar a los pobres, las mujeres son libres de tener posesiones y
comerciar, y todos tienen derecho a la educación y a una vida digna. No existe
más que un único Dios verdadero, que no tiene forma humana, que no puede ser
representado en forma alguna, y que es tan Compasivo como Justo, tan Poderoso
como Benévolo, tan Severo como Amoroso. Y nadie, ni reyes ni profetas, ni
artistas ni indigentes, ni sabios ni empresarios, absolutamente nadie está por
encima de la Ley de Dios ni tiene derecho a cambiarla en lo más mínimo.
Semejantes ideas convirtieron a Mujámmad y a sus compañeros en perseguidos.
Mujámmad nació en La Meca, Arabia, en el año 570 d.C., y
quedó huérfano desde edad temprana. Pasó necesidades. Trabajó desde pequeño,
fue pastor y se forjó una buena vida. A sus 40 años se encontraba en su mejor
momento. Pero en cuanto comenzó a transmitir la revelación divina, la vida se
le fue haciendo cada vez más difícil. Fue víctima de burlas, discriminación,
insultos y distintos tipos de ataques, cada vez peores y más frecuentes. Él y
sus compañeros fueron sometidos a hambruna, ostracismo y persecución. Luego
comenzaron las torturas y los asesinatos de sus compañeros. La situación era
tan grave, que el Profeta envió a un grupo de ellos a refugiarse en Etiopía,
donde fueron protegidos por un rey cristiano.
Trece años después que comenzara la revelación del Corán, el
profeta Mujámmad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, lo había
perdido todo: su reputación arruinada, sus negocios destruidos, su esposa había
muerto, su riqueza y propiedades confiscadas, algunos de sus compañeros habían
sido asesinados y otros se habían exiliado, y su tío y único protector tribal
acababa de morir. Ahora pendía sobre él una amenaza de muerte y solo le quedaba
emigrar junto con sus seguidores, cuyo número apenas había excedido el centenar
en trece años de prédica incansable y difícil. Si hubiera sido un profeta
falso, a este punto de la historia ya se habría dado por vencido. ¿Qué objeto
tenía insistir en una religión que en lugar de darle fama, poder y dinero, le
había arrebatado todo lo que había logrado en su vida? Años atrás, los
dirigentes de La Meca, el clan de los Curaichitas, le habían ofrecido nombrarlo
su rey y convertirlo en el hombre más rico y poderoso de Arabia.
Pero Mujámmad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con
él, no procuraba satisfacer sus gustos, sus deseos ni sus necesidades. No tenía
afán de gloria o riqueza. Solo estaba cumpliendo con la misión que Dios mismo
le había encargado, y estaba dispuesto a pasar por todas las penurias que Dios
le pusiera en el camino. Así que a sus 53 años, el Profeta decidió emigrar con
su gente. Setenta musulmanes viajaron hacia el oasis de Yazrib. Una vez que estuvieron
allí a salvo, el Profeta se dirigió a su encuentro en compañía de su mejor
amigo, Abu Bakr As Sidiq, quien lo sucedería tras su muerte como primer califa
de los musulmanes. Fue un viaje duro a través del desierto, con sus enemigos
persiguiéndolo de cerca. Este suceso, conocido como Hégira, marcó el inicio del
calendario islámico.
Los pobladores de Yazrib cambiaron el nombre de la ciudad
por el de Madinat un Nabí (la ciudad del Profeta) y allí el Profeta fundó el
primer Estado islámico. Se convirtió en gobernante, y aun así llevó una vida
austera, al punto de dormir en una estera de cuero rellena de hojas de palma.
Bajo su mando, Madina se convirtió en una ciudad próspera en muy poco tiempo, y
sus enemigos sintieron celos de su éxito y temor de que regresara a cobrar
venganza.
Los Curaichitas se armaron y salieron a destruir a la nación
musulmana. Con el permiso divino y siguiendo las normas estrictas relacionadas
con la guerra que fueron reveladas en el Corán, los musulmanes organizaron para
defenderse un pequeño ejército, que de manera milagrosa venció en la primera
batalla a una fuerza que lo triplicaba y que estaba mucho mejor preparada y
armada. Más tarde, tras cinco años de batallas, unas ganadas y otras perdidas,
el Islam había crecido a tal punto que Mujámmad, que la paz y las bendiciones
de Dios sean con él, se presentó a las puertas de La Meca con un ejército de
más de 10.000 hombres. Entró a la ciudad sin derramar una sola gota de sangre.
Vio a la cara a aquellos que lo habían insultado, perseguido y atormentado
durante años, los mismos que habían intentado asesinarlo, que habían ultrajado
a sus compañeros y que habían enviado ejércitos en su contra. No tomó
represalias contra ellos. Respetó sus vidas y sus propiedades, e incluso aceptó
como hermanos a todos aquellos que decidieron abrazar el Islam.
Solo tres años después, enfermó y murió. Comerciante, líder
religioso, estadista, maestro, juez, estratega militar, soldado, administrador,
diplomático, amigo, esposo, padre, consejero, reformador, profeta, hombre. La
vida de Mujámmad está detallada como la de ningún otro personaje de la
historia. Una vida que es un modelo a seguir.
El astrofísico estadounidense Michael Hart publicó en 1978
su listado de las cien personas más influyentes de la historia. En el número
uno ubicó al Profeta Mujámmad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con
él, por su tremendo éxito tanto en el campo secular como en el campo religioso.
Este reconocimiento es uno de muchos que se vienen dando en el mundo occidental,
que a pesar de la mala prensa que se le da continuamente al Islam, está
valorando cada vez más sus enseñanzas y el ejemplo de vida del Profeta
Mujámmad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
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