martes, 31 de enero de 2012

Regresando la Báraka (bendiciones) a Nuestra Comida

REGRESANDO LA BÁRAKA (BENDICIONES) A NUESTRA COMIDA

Tomado de IslamWeb.Net


El Ciclo Vicioso de la Ignorancia

En mi intento por dialogar con los líderes musulmanes durante algunos años, acerca de nuestra comida y la industria de alimentos que apoyamos, mis palabras han caído en oídos sordos. En lugar de actuar con precaución, los líderes musulmanes se están tomando demasiadas libertades al utilizar la palabra ‘halal’ fuera del contexto de las enseñanzas coránicas y proféticas. Imitando a Bani Israil, quien abandonó el espíritu de la Ley por la mera letra de la Ley hace siglos, como está descrito en el Corán, ellos se han centrado en hallarle resquicios a la Ley Divina enfocándose en los aspectos materiales, como rechazar la carne de cerdo, mientras ignoran por completo los fundamentos éticos del din, ignorando por completo los ‘requerimientos laborales’ de adorar al Único Dios, de ordenar la justicia y prohibir la corrupción.

Nuestra comunidad es, como la llamó Malcolm X, ‘integradora.’ Mientras los líderes están ocupados pidiendo disculpas por los chivos expiatorios de occidente, los ‘terroristas,’ y castigando a estos indeseables, cierran sus ojos y oídos a los delitos atroces cometidos contra la humanidad por el mismo sistema con el que están tratando de integrarse, la misma gente con la que se están disculpando, los verdaderos terroristas. Al poner el sello de ‘halal’ a esta comida, certifican como ‘halal’ a esta industria que ha provocado la pobreza y la opresión de un sinnúmero de pueblos a lo largo de los siglos, es preferir a los kufar (incrédulos) por sobre los creyentes.

Ahora es tiempo de que levante mi voz y diga lo que sé en mi corazón que es la verdad del Islam, y que todo musulmán sin ser erudito debe saber que es cierto: la injusticia, las mentiras, la crueldad, el veneno, la inmoralidad, los asesinatos, las enfermedades, la violencia y la destrucción: ninguno de ellos son halal en modo alguno.

Nuestra comida se produce bajo las condiciones más perniciosas. La industria alimenticia es parte integral de la corrupción rampante en nuestro mundo actual. Los sistemas agrícolas no pueden ser desligados de los sistemas políticos y socioeconómicos. El control de la agricultura es la herramienta más poderosa que ha sido utilizada para controlar y oprimir al pueblo. Un sistema así jamás podrá producir comida ‘halal,’ puesto que Dios Altísimo y Exaltado odia la corrupción y la opresión, y el Corán nos dice que pocas cosas son peores que la opresión, que es un peor incluso mayor que el acto despreciable del asesinato.

Otra parte importante de la comida halal es que debe ser tayib, pero rara vez se discute este concepto y es desconocido por completo en la práctica. Toshihiko Izutsu califica los términos coránicos entre esencialmente valorativos, como ‘bien,’ con vagas evaluaciones morales, y palabras que son esencialmente descriptivas, como ‘piadoso’ o ‘hipócrita,’ que están ‘cargadas con una fuerza ética o valorativa.’ Él afirma que “el sistema de ideas morales que realmente funciona en el Corán está basado casi exclusivamente en palabras de valor de nivel primario [esencialmente descriptivas].”

Redescubriendo Nuestro Propio Vocabulario e Historia

De modo que cuando el Corán utiliza una palabra que significa algo claro y específico, Izutsu dice tayib, una palabra esencialmente descriptiva, que es ‘exactamente lo contrario’ de khaba'ith, 7:157. Mientras tayib es un adjetivo que denota algo que impacta los sentidos como delicioso, agradable y dulce, también está estrechamente ligada con las palabras halal, muttaqi, tawhid (discurso tayib), salih y creyentes.

Khaba'ith significa inmoral, malo, dañino, vicioso, maligno, malévolo, injurioso, rencoroso y nocivo. No puede haber una palabra mejor que khaba'ith para describir a los gigantes de la industria alimenticia actual, cuya comida los musulmanes están tan ansiosos de certificar como halal.

La solución fue descrita por los Abasí en una palabra, `imara: Desarrollar la economía de una sociedad a través de las infraestructuras agrícolas locales.

Pero debemos comenzar el camino de vuelta a una época muy ignorada con el fin de volver a iniciar nuestros paradigmas olvidados y crear un contexto para la solución. “La rápida propagación del Islam por tres continentes en los siglos VII y VIII fue seguida por la difusión de una admirable pero poco documentada revolución agrícola,” dice Andrew Watson, cuyo importante artículo sobre este tema apareció en la Revista de Historia Económica. “En el siglo XI [la nueva agricultura] había sido transmitida por todo lo largo y ancho del mundo islámico y había alterado, a menudo radicalmente, la economía de muchas regiones.”

Fue una infraestructura agrícola saludable que apoyó el crecimiento de la era más grande de la historia. Todo lo que la nueva agricultura tocaba se convertía en un cuerno de la abundancia, “afectando no sólo la producción agrícola y los ingresos, sino también los niveles de la población, el crecimiento urbano, la distribución de la fuerza laboral, las industrias vinculadas, la cocina y la alimentación, el vestido y otras esferas de la vida tan numerosas que rehúyen” ser detalladas, según Watson. ¿Es una coincidencia que los estos musulmanes, que conformaban comunidades nuevas por todo el mundo, fueran tan exitosos?

A medida que el Islam se propagó y se integró a las culturas (sin amenazas a punta de espada ni promesas de placeres carnales, como todavía se cree comúnmente en occidente, el resultado fue que “en casi todas partes las fronteras fueron derribadas, los espacios vacíos fueron llenados, y los asentamientos se hicieron más numerosos y densos —cambios todos ellos de gran significado no sólo para la agricultura sino también para el desarrollo del comercio, las comunicaciones y la administración central. Las ciudades también crecieron, prueba de que a pesar de la densa población rural, los campos podían exportar un excedente cada vez mayor de alimentos… [Con] el impresionante crecimiento urbano… [las ciudades] florecieron como quizás nunca lo habían hecho antes… Muchas obtuvieron gran importancia. Para los estándares europeos contemporáneos, muchas eran enormes” [en realidad dice ‘no pocas,’ pero creo que es confuso, por lo que prefiero utilizar ‘muchas’].

Antes del Islam, eran populares los sistemas feudales de grandes latifundios monopólicos (no muy distintos de las actuales corporaciones de la agroindustria). La Nueva Agricultura de los musulmanes quebró esos latifundios “en pequeñas propiedades que podían ser operadas por su dueño y su familia, asistido quizás por algunos pocos trabajadores pagos… durante algunos siglos el gran estado tuvo que competir con una forma alternativa de tenencia de la tierra en la forma de grandes y pequeños propietarios campesinos. La competencia se intensificó con la existencia de muchas áreas más pequeñas de jardines, altamente [pero ecológicamente] irrigadas, en las inmediaciones de casi todas las grandes ciudades y en otros lugares, en las que también crecían muchos de los nuevos cultivos y se aplicaban las nuevas técnicas de cultivo.” Además, los ingresos mayores y más estables “ayudaron por un tiempo a mantener intacto un campesinado relativamente próspero y libre, y a prevenir la acumulación excesiva de grandes latifundios” (AARD).

Esta es evidencia sólida de que la agricultura local es mucho más eficiente, productiva, y por lo tanto sostenible y económicamente viable, y que empodera a las personas en lugar de a las grandes empresas agrícolas que tienden a beneficiar a una élite de unos pocos a expensas de los recursos escasos y de la vida humana.

“A medida que crecía y se esparcía [por el imperio] la demanda de productos al punto de tener que importarlos, se desarrollaron fuentes locales de aprovisionamiento. A pesar que estas pudieron ser costosas al principio, probablemente se abarataron a medida que fueron adquiridas habilidades y aumentó la escala de la producción…” Pero durante el declive, las cosechas cultivadas en el mundo islámico “fueron reemplazadas por importaciones. Su desaparición es parte de la decadencia económica general del período” (AARD).

Nótese primero que todo que había comercio, en otras palabras, los sistemas locales no significan ausencia de comercio. Pero lo más importante es el hecho de que en una economía sana los productos locales pueden ser y llegan a ser más baratos que los importados. Y con el crecimiento actual de oferta y demanda de comida sostenible, con infraestructuras de distribución eficientes, los precios pueden incluso mejorar.

La Misma Vieja Historia

Cuando el Islam como forma de gobierno comenzó a desmoronarse en el siglo XII y en especial en los siglos XIII y siguientes, las élites del nuevo poder regresaron a las prácticas insostenibles de alimentos que han afectado a toda civilización en decadencia, entonces y ahora. Ellos “tienden a introducir sistemas de cultivo y tenencia de tierras que favorecen a los cultivos de cereales y al pastoreo,” dice Watson, “y a aquellos que podían desarrollar cultivos especialmente difíciles. Las cosas se hicieron peores en algunas áreas por la imposibilidad de mantener los sistemas de riego, por los impuestos excesivos a los campesinos, y por la corrupción de los recaudadores de impuestos.”

Los colonialistas querían dinero y una gran motivación para ello fue, por supuesto, los “beneficios militares” que se hicieron “cada vez más frecuentes en muchas regiones a expensas de otras formas de impuestos y de administración de la tierra; sus titulares disfrutaron diferentes tipos de inmunidad lo que les permitió reducir a los campesinos a varios grados de dependencia, si no a la servidumbre real. El desarrollo de la tierra a largo plazo e incluso el mantenimiento del capital existente fueron sacrificados a menudo a ingresos mayores y más inmediatos…”

Lo que nos lleva a una descripción contemporánea de lo que está ocurriendo en la agricultura hoy día. De hecho, el punto anterior podría servir bien como una descripción exacta de la industria agrícola actual, en cuanto a sus problemas tanto como a su fuerza motriz. Así como el rápido colapso de la agricultura musulmana puede verse en el colonialismo y la llegada de todo lo industrial, también la agricultura en la era actual opera bajo la misma lógica egoísta. Donde el Islam fomentó el matrimonio entre vida espiritual y terrenal, entre pensamiento empírico y experimentación, y entre trabajo igualitario y oportunidad comercial, la producción de alimentos en nuestra época se ha convertido en una empresa desalmada cuya ciencia busca desnaturalizar los cultivos y los animales con el propósito de subyugar los mercados y esclavizar la mano de obra con costos sanitarios y ambientales que simplemente no pueden medirse.

Los antecedentes de esta lógica de la agroindustria moderna, de hecho, se encuentran en los mismos motivos que pueden verse en el desmantelamiento de las economías sureñas musulmanas y no-blancas por parte del Renacimiento europeo.

“Fue el colonialismo… el que posterior y seriamente alteró el equilibro agrícola tradicional a fin de aumentar la rentabilidad de los colonizadores,” dice Salah Zaimeche, en “Revisión de la Contribución Musulmana a la Agricultura.”

Esta decadencia, en su opinión, no comenzó con las potencias coloniales, sino con “los diversos invasores, desde los Cruzados hasta los Mongoles, desde los Banu Hillal hasta los Normandos y los conquistadores Españoles en occidente. Tales invasores hicieron que los agricultores huyeran. Los agricultores musulmanes también se vieron acosados por elevados impuestos en las cristianas España y Sicilia, y fueron exterminados en esos países; su sistema pereció con ellos.”

Sin embargo, es difícil exagerar el daño subsecuente que le hicieron a la agricultura mundial los colonizadores posteriores, como los franceses. Argelia es tristemente un ejemplo perfecto de ello. Cuando los franceses llegaron en 1830, “encontraron un país mucho más verde que el que dejaron 130 años después,” porque hasta ese momento los argelinos habían vivido “más o menos en armonía con su medio ambiente. Los argelinos habían rodeado ciudades y pueblos con jardines y huertos, junto con los anillos adyacentes y exteriores de regiones forestales. Los anillos de jardines fueron la primera cosa que destruyeron los franceses en su esfuerzo por someter a los argelinos, buscando literalmente matar de hambre la voluntad de resistencia de la población.

“Después de eso,” señala Zaimeche, “deforestaron regiones enteras para explotar madera, y le quitaron a los propietarios musulmanes todas las tierras fértiles, obligándolos a subsistir en tierras áridas, y en las cercanías de los bosques, provocando su [mayor] degradación.”

Uno podría pensar que esta política terminó con la difusión a través de Francia del humanismo secular. Sin embargo, en el sacrificio horrífico y legendario de Argelia por su independencia entre 1954 y 1962, “los franceses incendiaron millones de acres de bosques, y se marcharon dejando un legado de esterilidad y hostilidad contra el verdor [sic], del que los argelinos aún no se han recuperado.”

La Misma Vieja Canción

Y trágicamente, esta historia no es única. E hecho, es la norma de todos los países violados y saqueados por los colonialistas. Y no es que la época del colonialismo haya terminado, sino que se ha metamorfoseado. Estados Unidos, a diferencia de la mayoría de las colonias, fue expoliada por completo a través del genocidio violento, destinada a convertirse en la primera nación totalmente transfigurada por el nuevo y mejorado colonialismo económico. Ahora el cáncer ha hecho metástasis por todo el mundo en la forma de fuerzas corporativas imperialistas cuya hegemonía baja por las gargantas de las personas en todas partes, una McCultura de plastificar y procesarlo todo, desde las casas en las que vestimos, las ropas que vestimos, hasta la comida que comemos.

Imagino que hay muchos argumentos con los que los musulmanes defenderán los sistemas económico y agrario modernos, tales como que los musulmanes no tenían la tecnología que tenemos hoy día para el transporte y otras cosas, que los sistemas globales son mucho más complicados que los locales, y que por muy grande que haya sido la era islámica, no podemos volver ‘atrás.’ El hecho es que los musulmanes están imitando todo lo ‘occidental’ porque hemos asimilado sin crítica alguna los paradigmas occidentales, incluyendo las implicaciones sociales del darwinismo respecto a que las sociedades han ‘progresado’ linealmente desde lo más bajo en el espectro de la civilización hasta el epítome del progreso y la ciencia, es decir, la civilización europea.

Si te resulta difícil imaginar que la sociedad occidental no es el epítome del progreso humano, si no puedes articular claramente cómo el Islam, revelado hace 1.400 años, puede tener un impacto directo y positivo en las sociedades actuales, si crees que ahora vivimos en una época moderna iluminada con avances económicos y educativos sin precedentes; si piensas que la libertad y los derechos nunca han estado más extendidos, entonces piénsalo de nuevo.

Piensa en la justicia durante la época de Omar Ibn al-Jatab, cuando no había pobreza, mientras que hoy día dos terceras partes del planeta vive en la pobreza extrema a pesar que hay abundancia de riqueza y alimentos, y en el más rico de los países uno de cada 6 niños vive en pobreza. Piensa en la libertad que las masas de personas tanto ricas como pobres tenían, cuando viajaban sin obstáculos a través de 3 continentes, mientras que hoy día naciones enteras de gente están concentradas en campos de refugiados, detrás de muros, en guetos, en prisiones. Piensa en cómo el Islam hizo surgir una edad de oro como nunca se ha registrado en todos los países que tocó, mientras que por todo el mundo los colonialistas, los antepasados de la civilización occidental actual, redujeron a la miseria y la corrupción todo lo que tocaron, por ejemplo África, una tierra enormemente rica, pero con la gente más pobre.

Bajo el gobierno islámico, “…los esclavos, siervos y arrendatarios atados a la tierra o a un terrateniente casi no se veían. La mano de obra agrícola era en gran parte libre y, al parecer, móvil. Tendían a pasar de empresas poco rentables a unas mejores, probablemente de la antigua agricultura a la nueva…” (La Revolución Agrícola Árabe y su Difusión, 700-1100; Andrew M Watson, Revista de Historia Económica).

Este hecho por sí solo evidencia la justicia y la libertad sin paralelo de esa época. Las sociedades modernas se jactan de la libertad y los derechos humanos, sin embargo es fácil comparar los registros históricos, desde el Renacimiento hasta el día de hoy. La clave que le dio a la civilización occidental una ventaja económica podemos verla aún hoy día en la plantación esclavista. “Basada en un solo cultivo producido por la mano de obra esclava, Brasil se convirtió en la primera colonia de grandes plantaciones y un modelo que sería luego seguido por otras naciones europeas…” (La Primera Colonia de Plantaciones en la Temprana América Latina: Stearns, Peter). De hecho, señala Watson, el “golpe final” a los musulmanes fueron los cultivos ‘más baratos’ en partes de Asia y América. Cultivos que eran más baratos “a pesar de los elevados costos de transporte.” La situación no ha cambiado: los precios de los alimentos, artificialmente devaluados, subvalorando a los agricultores y a las culturas locales por todo el mundo desde la época del Islam, se debe a la explotación de las personas, las tierras y los recursos.

El tráfico trasatlántico de esclavos puede que sea historia, pero la historia no acabó la esclavitud: la esclavitud mental de los medios, la esclavitud endeudada y asalariada del capitalismo, y simplemente la esclavitud física brutal aquí mismo en los buenos Estados Unidos, donde los “trabajadores cautivos son retenidos contra su voluntad por sus empleadores a través de amenazas, y con demasiada frecuencia, el uso real de violencia —incluyendo golpes, disparos y culatazos. (Coalición de Trabajadores Immokalee)

El chocolate, que algunas personas llaman el cielo, es producido utilizando el “tráfico, la tortura y el trabajo forzado de niños que cultivan y cosechan los granos de cacao…” (Centro de Agroindustria del Instituto de Política Agraria y Comercial).

Un cuarto de todos los bananos en Estados Unidos y Europa provienen de Ecuador, de víctimas de serios abusos en derechos humanos, “niños de apenas ocho años de edad, trabajando en condiciones peligrosas, mientras los trabajadores adultos temen ser despedidos si intentan ejercer su derecho a organizarse.” (Human Rights Watch, Ecuador: Abusos Laborales Generalizados en las Plantaciones de Banano).

Cuando continuamos pidiendo la comida barata y apoyando la industria, estropeada por el estilo de vida consumista moderno, cuando certificamos la comida industrial como ‘halal’, estamos esencialmente haciendo halal las plantaciones esclavistas, la destrucción ecológica, el uso intensivo de recursos limitados como la tierra cultivable, el agua, el combustible para transporte innecesario, y la crueldad con los animales. Y a pesar que podemos ahorrarnos unos cuantos dólares hoy, el precio real que pagaremos será, primero, cuando nuestros hijos encuentren que los recursos naturales como el suelo cultivable y el agua han sido agotados por la agricultura insostenible, de modo que tendrán que soportar una pobreza inimaginable. Y luego, cuando nos encontremos delante de Allah Todopoderoso sabiendo que no elegimos la cuesta empinada para buscar nuestra comida halal y tayib.

La Intención y la Cuesta Empinada

La ‘cuesta empinada’ de la que nos habla el Corán (90:7-16), es liberar a un esclavo, alimentar a un huérfano o a una persona necesitada. Al apoyar las economías locales, estaremos ayudando a liberar a los esclavos de la época moderna, e indirectamente estaremos alimentando a muchos huérfanos y necesitados de hoy día, que conforman dos terceras partes del mundo en que vivimos. Pero el camino llano, la supervivencia de la industria, está apoyando tanto la esclavitud como la pobreza.

Los musulmanes debemos decidir qué tan importante es tener comida genuinamente halal y tayib que estará llena de baraka y cumplirá así la intención de la comunidad. Esta no es una tarea pequeña debido a que es sumamente importante. Aquellos que consumen alimentos preocupados por las situaciones políticas contra los musulmanes, deben estar seguros que al darle su apoyo monetario a la agroindustria es comer de la mano de compañías que son parte y alimento de la máquina de guerra que ha hecho y está haciendo estragos en la humanidad. Aquellos que dicen que el racismo debe ser erradicado primero entre nuestros hermanos y hermanas oprimidos en este país, deben entonces dejar de comer la comida que crece con la sangre de incontables hermanos y hermanas, y en su lugar deben apoyar los sistemas locales de alimentos que proveerán tierra y trabajo a numerosas personas que actualmente son oprimidas por el racismo. Aquellos que están demasiado ocupados con el pago de deudas y la crianza de los hijos, echen un vistazo a Abu Bakr (que Allah exalte su nombre) quien renunció a toda su riqueza para asegurarle un futuro sólido a su descendencia. Pensemos en el futuro de nuestros hijos y hagamos algunos sacrificios para que no garanticemos su pobreza al ser consumistas engullendo la riqueza de la tierra.

La Visión

La visión de la comida ‘halal’ es que es producida en una forma que complace a Allah Todopoderoso: agricultura que dignifica a la gente, preserva el conocimiento cultural, trabaja con y en sistemas ecológicos y respeta la fitrah (naturaleza) de los animales. Las granjas familiares de diversos tamaños reemplazarían a los latifundios, lo que ahora es un vacío en trabajos locales florecería para eliminar la pobreza y reemplazaría a los parásitos corporativos monopólicos. Las relaciones directas entre los productores, procesadores y minoristas garantizarán la ventaja competitiva ‘local.’

Tú y Yo

Como individuos es muy difícil vivir conscientemente y encontrar alimentos sostenibles, así nunca tendremos una solución. Pero esto no es responsabilidad del individuo, sino de la comunidad en su conjunto y más aún de aquellos que asumen posiciones de liderazgo. La responsabilidad de la comunidad es contactar y presionar a todas las organizaciones musulmanas y los líderes de las comunidades, insistiéndoles en que escuchen. Ellos deben saber que la prioridad debe dársele a investigar y aprender primero acerca de la industria antes de saltar a certificarla.

Si los líderes de nuestras comunidades, en lugar de esconderse tras escusas como ‘a la comunidad no le importa,’ ‘ellos no están listos,’ ‘la comunidad no necesita más malas noticias con las cuales lidiar,’ o ‘la comunidad es demasiado facilista,’ como si el dinero fuera más querido por nosotros que nuestra ibada (adoración). Si los líderes simplemente predicaran la verdad acerca de nuestra comida, los ojos de la comunidad se abrirían, la demanda por comida halal genuina crecería, y el negocio se haría aceptable.

¿Cómo?

Un sistema de alimentos halal y tayib requerirá un esfuerzo orquestado y unificado entre nuestra comunidad y la comunidad local de alimentos, granjeros que se enfrentan a la opresión y las injusticias en sus comunidades rurales. Granjeros que son activistas que, a diferencia de los líderes musulmanes, imponen con valentía la justicia y luchan contra la corrupción, como los Defensores de las Granjas Familiares, de Wisconsin , cuyo trabajo incluye apoyar el Comercio Justo del Aceite de Oliva Palestino, y un programa que le provee leche a los refugiados palestinos. Esta gente ha desarrollado redes de expertos en muchos campos, incluyendo la política, la economía y los negocios. Ellos han tenido muchos logros y comienzan a definir estrategias para el ‘imara, el desarrollo de la agricultura local.

Debemos contribuir con una voz en la conversación local de alimentos y cavar profundamente en los recursos islámicos para hallar soluciones auténticas a estos problemas. Así tenemos una gran necesidad de activistas locales de alimentos con experiencia y conocimiento en una variedad de campos, ellos necesitan la guía divinamente inspirada del Corán y de las enseñanzas del Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) de modo que las soluciones no sean de prueba y error, o peor aún, una perpetuación de las injusticias. “…Al estimular las iniciativas [agrícolas] privadas, ciertas partes de la Ley Islámica parecen ser muy importantes… de ellas surgió un cuerpo sustancial de leyes de irrigación que estableció claramente los derechos de las partes involucradas en todo tipo de disputas… Fue una clara mejora respecto a las leyes del agua de las épocas preislámicas en muchas de las regiones afectadas. Otras disposiciones de la Ley Islámica trabajaron de otras maneras para… fomentar la nueva agricultura de manera directa. Las leyes sobre impuestos… [establecieron] qué impuestos debían ser pagados por las diferentes categorías de tierras y los distintos tipos de cultivos, y en comparación con lo que pasaba antes y con lo que vino después, esos impuestos parecen haber sido relativamente bajos. El propietario o inquilino de la tierra que introducía nuevas técnicas o nuevos cultivos que prometían mayores ingresos, estaba razonablemente seguro de que una parte sustancial de las ganancias por su innovación serían suyas.” (AARD)

También existen numerosos manuales de agricultura que sobreviven desde la era islámica que pueden ser como el oro para los agricultores de hoy que están reinventando la rueda en estos momentos. “El logro fue notable… Muchas de las plantas, siendo nativas de regiones tropicales, no crecían fácilmente en las regiones más frías y secas en las que fueron introducidas… Los nuevos cultivos llevaron literalmente a que se abriera una nueva temporada agrícola… La nueva agricultura desbordó sus límites para afectar a todo tipo de tierras —de la mejor a la peor—… Incluso en tierras que en épocas anteriores habían sido demasiado secas, demasiado calientes o demasiado infértiles para ser utilizadas… E incluso pudo ayudar a reconstruir esas tierras… Los autores de los manuales de agricultura árabe identificaron más tipos de tierras que los que son mencionados por los antiguos…”

He utilizado la agricultura islámica como un ejemplo de historia de éxito, pero hay numerosas historias ocurriendo hoy día en una escala mucho menor, que con la cooperación y la participación de los musulmanes podrían potencialmente iniciar una nueva revolución agrícola.

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